Es el único grano que aporta proteínas completas. Contiene todos los aminoácidos esenciales que el organismo no puede sintetizar y, por lo tanto, debe recibirlos con los alimentos. Estas proteínas son utilizadas por el cuerpo humano para la formación de tejidos y renovación de sustancias desgastadas. Constituye, además, la fuente más barata de proteínas. Reemplaza a la carne en su valor proteico: 1 kg de soya equivale a 2,500 kg de carne, 12 litros de leche, 2 kg de queso o 5 docenas de huevos. La relación calcio-fósforo de la soya es óptima, necesaria durante toda la vida para el crecimiento, desarrollo óseo y dental. Contiene tiamina, riboflavina y niacina, factores del complejo vitamínico B, esenciales para el desarrollo y mantenimiento de nervios y piel.
El grano al germinar desarrolla en sus brotes una cantidad de vitamina C semejante al tomate. Con la soya se pueden elaborar multitud de recetas. Tanto platos fríos como calientes.
Recientemente la presencia de Isoflavonas (fitoestrogenos) en la soya ha motivado muchos estudios ya que está relacionado con la prevención de cuadros vinculados con la menopausia y el desarrollo de tumores.
Es sabido que durante la menopausia, la osteoporosis constituye un factor de riesgo de primer orden en esta etapa de la vida. Varios estudios clínicos han demostrado la eficacia de la suplementación con isoflavonas de la soya dentro de este contexto. El consumo de soya también ha demostrado atenuar los síntomas de la menopausia y disminuye los sofocos o hot flushes, de acuerdo con trabajos clínicos. Su empleo como alternativa a la terapia hormonal y su uso como antiestrogeno ya ha sido planteado por algunos investigadores.
Estadísticamente se ha observado que las dietas orientales presentaban menores tasas de incidencia de tumores que las de origen occidental, y en ello tendrían mucho que ver el consumo de soya. La cantidad de isoflavonas que consumen los pueblos asiáticos en su dieta diaria es de 45 mg/día de promedio, contra 5 mg/día de una dieta prototipo occidental.